
Ola izquierdista. ¿Mérito o fracaso de la derecha?
El reciente triunfo de Petro en Colombia ha consolidado la idea del regreso de una ola izquierdista en Latinoamérica, en donde no sólo se visualiza un mapa político de la región con cinco de las economías más potentes con un viraje a la izquierda, entre las que destacan México, Argentina, Chile, Perú y Colombia, sino que se espera que en unos meses se sume Brasil con un posible triunfo de Lula en los comicios del próximo 02 de octubre de este 2022.
Por esta razón los círculos de analistas y medios de comunicación se han preguntado ¿por qué se está experimentando un viraje hacia la izquierda en la región latinoamericana? Algunas de las respuestas se han dirigido a señalar el hartazgo ciudadano aunado a que la gente quiere probar otras opciones políticas asociadas al cambio y la esperanza o, simplemente por un golpe de timón a la clase gobernante tradicional.
Pero más allá que podamos tener enfoques diferentes sobre cuáles son las razones por las que la ola izquierdista ha tenido triunfos arrolladores en nuestra región, el cuestionamiento de fondo debe centrarse ¿por qué la derecha ha dejado de ser una opción atractiva?
Simplemente porque la derecha se ha quedado sin un proyecto o, si lo tiene quedó atrapada en el discurso jurásico anticomunista de la guerra fría, el cual se refleja en que cada elección que se enfrenta en nuestro continente americano se lanza como amenaza que si gana una opción de izquierda irremediablemente el país de que se trate se transformará en una nueva Venezuela.
En los hechos se ha demostrado que esta situación se encuentra lejos de la realidad porque a pesar de que se pueda o no compartir los idearios de los gobiernos de izquierda, se puede advertir que a diferencia de la derecha tienen un proyecto que abraza las banderas del combate de la corrupción, la austeridad, la lucha por los más desposeídos, la inclusión, el feminismo, el ecologismo o, en otras palabras, una agenda con valores progresistas.
Sin embargo, en la otra vereda nos encontramos con una derecha desconectada con la sociedad que ha renunciado al proyecto económico neoliberal de los años noventa y, por lo contrario, se ha instalado en su lugar una derecha tradicional asociada a las batallas culturales e ideológicas que sostienen plataformas reaccionarias a valores progresistas y que tilda de derechas cobardes a quienes no compartan valores tradicionales o, simplemente por imposible que parezca aplauden decisiones como aquella que puso fin al caso Roe versus Wade y que revocó el derecho al aborto en los Estados Unidos, sino juzgue por usted mismo cuando asumen este hecho como una victoria del trumpismo y la selección de sus jueces de la corte norteamericana.
Esta es una muestra de que la derecha debe replantearse el por qué no conecta, ni convence a la ciudadanía, más cuando ha quedado demostrado que la gente no vota, ni elige a sus gobernantes desde el miedo, sino desde la necesidad de cambio que, en su momento, ante las propuestas machistas y anacrónicas de Kast en Chile llevaron a un 70% de las mujeres menores de 30 años a votar por Gabriel Boric.
Esto no quiere decir que la ola izquierdista es impoluta, ni mucho menos debe santificarse, sino lo que demuestra que en gran medida sus triunfos se deben a un desgaste de una derecha falta de ideas y de un proyecto republicano que entienda que el desarrollo económico no trajo necesariamente crecimiento, sino por lo contrario extravió en sus crueles y pragmáticas curvas de la oferta y la demanda algo que se denomina como sensibilidad y adaptación a las necesidades de las personas de a pie.
Ello porque los más de 86 millones de personas en situación de pobreza extrema y que forman parte del patrimonio de más de 200 millones de personas en situación de pobreza a secas, según datos de la CEPAL, no son ni fueron obra de la casualidad, sino que fueron resultado de políticas indolentes que sacrificaron una agenda republicana que apostara por las instituciones, el estado de derecho y el ciudadano, sino que en su lugar se enquistó una derecha que en la componenda, la corrupción y la voracidad del beneficio propio agotó, sacrificó y cansó a su electorado cautivo.
Por lo que ya no basta una derecha que nos diga que tal mal lo hace la ola izquierdista, sino lo que se reclama es una derecha que desde la autocrítica proponga y se ocupe en resolver temas torales como la corrupción, la inseguridad, la inclusión, los derechos reproductivos, entre otras temáticas, porque mientras esto no ocurra y veamos a los mismos de siempre abanderar marchas por la vacancia de mandatarios o aprobando informes para solapar intentonas golpistas como la de Merino hace unos años en el Perú, sólo por dar un ejemplo, el resultado será un estado de apatía y desesperanza en una oposición real a la ola izquierdista que aún en la inexperiencia y los vicios de la corrupción seguirá teniendo un día de campo como se avizora en México de cara a la elección presidencial del 2024, aunque algunos políticos de oposición se esmeren en decirnos que hay competencia o “hay tiro”.
Por eso más que preguntarnos ¿por qué un viraje hacia a la izquierda en nuestra región? Lo importante será cuestionarse ¿qué tiene que dejar de hacer la derecha para ser una opción atractiva? Y ante este escenario de polarización entre derecha e izquierda queda algún espacio para el espectro que se ubica en el centro, no lo sabemos, pero de lo que si tenemos certeza es que la crisis económica amenaza, por lo que seguimos en la incertidumbre si la ola izquierdista podrá afrontar estos retos o podrá emerger una alternativa ante este panorama gris y alarmante de la recesión, eso sólo el tiempo nos lo dirá.
