Juego, set y partido
Donald Trump ganó con claridad las elecciones y se convertirá en el 47º presidente de los Estados Unidos.
Juego, set y partido. Así describió Elon Musk en la red social X la contundente victoria de Donald Trump en estas elecciones presidenciales. El republicano no solo se ha alzado como presidente de los Estados Unidos al congregar la mayoría de los votos electorales dentro del colegio electoral, sino que también ha conseguido, por un significativo margen, la mayoría del voto popular. Hay mucha más gente que votó a Donald Trump en los Estados Unidos que a Kamala Harris. También logró que los republicanos recuperen el Senado, y todo apunta a que también los republicanos lograrán una mayoría en la Cámara de Representantes. De esta manera, los republicanos tendrán el control del poder ejecutivo federal de los Estados Unidos y del poder legislativo federal, contando al menos durante 2 años con capacidad para aprobar su programa de reformas sociales y económicas dentro de los Estados Unidos.
¿Qué significa esta contundente victoria de Donald Trump desde un punto de vista estrictamente económico? En esencia, Trump pretende profundizar en las líneas maestras de su política económica durante su primer mandato. ¿Cuáles son esas líneas maestras? Primero, política fiscal: Trump apoya una intensa rebaja de impuestos en la economía interior y del impuesto sobre sociedades que descendería del actual 21%, que ya lo dejó Donald Trump desde el 35% en que se hallaba en 2016, a un 15%, lo cual volverá la inversión empresarial dentro de los Estados Unidos mucho más competitiva frente al resto del mundo.
Ahora bien, esta rebaja de impuestos internos se combinará con una fuerte subida de los impuestos hacia el exterior, de los aranceles. En su primer mandato, Donald Trump ya se caracterizó por incrementar de manera muy sustancial los aranceles con la excusa de proteger a las industrias no competitivas de los Estados Unidos, y en este segundo mandato, el magnate irá todavía más lejos. Subirá todavía más los aranceles, después de que Biden aún los subiera más de lo que lo hizo Donald Trump en su primer mandato, porque Biden no quitó ni uno solo de los aranceles que puso Donald Trump y sí añadió otros nuevos. En particular, Donald Trump defiende un arancel del 60% como poco para todos los productos importados desde China y un arancel universal, es decir, para cualquier producto que entre en los Estados Unidos de cualquier parte del mundo, del 20%. Por compararlo, en la actualidad el arancel exterior medio de los Estados Unidos, es decir, la recaudación arancelaria en relación con todo lo que importa, es de apenas el 1.5%.
Si Donald Trump cumple su promesa, este arancel exterior medio de los Estados Unidos será de, como poco, el 20%. Multiplicará por tanto estos impuestos frente al exterior, que no pagan solo las compañías extranjeras que pretenden vender en los Estados Unidos, sino también, y de manera muy dañina, los consumidores estadounidenses. Esto multiplicará esta modalidad de impuestos por 13. No obstante, y pese a todo, parece que el saldo neto de la política fiscal de Trump será de una bajada de impuestos, bajada de impuestos a sociedades y fuerte subida de los aranceles que, sin embargo, no va a compensar la pérdida recaudatoria o lo que no se va a llegar a recaudar como consecuencia de la rebaja de los dos impuestos anteriores.
Esto nos lleva al segundo punto de la política económica de Donald Trump: el uso y abuso, en términos similares a los de Joe Biden, del endeudamiento público. La bajada de impuestos que proyecta Donald Trump no se sabe muy bien cómo se va a financiar. En forma de recortes del gasto, en principio Donald Trump no ha prometido grandes recortes del gasto público. De hecho, se ha comprometido a que las partidas más importantes del presupuesto federal, como son las pensiones públicas o el Medicare, no sufran recortes. Es verdad que todo esto va a depender de lo que consiga Elon Musk al frente de ese ministerio de eficiencia gubernamental, pero uno tampoco debería esperar milagros de ese ministerio, porque solo el 15% del gasto público federal que controla Donald Trump es gasto en empleados públicos; el otro 85% son transferencias, mayoritariamente para pensiones y para asistencia sanitaria. Si esas partidas no se tocan, va a ser muy complicado recortar de manera efectiva el gasto público. Y si el gasto público no se recorta mucho y en cambio los impuestos sí bajan de manera más o menos apreciable, entonces Estados Unidos, que ya tiene un déficit público muy voluminoso como consecuencia del desgobierno fiscal de Joe Biden, mantendrá o incluso podría llegar a incrementar ese déficit público.
Esto no es algo ajeno a Donald Trump. En su primer mandato, Trump aumentó la deuda pública de los Estados Unidos en más de 4 billones de dólares, y solo estoy contando hasta el primer trimestre del año 2020, es decir, exceptuando todo el incremento extraordinario de la deuda que se produjo durante la crisis del COVID-19.
Entre el primer trimestre de 2016 y el primer trimestre de 2020, un aumento del endeudamiento público de más de 4 billones de dólares, que luego Biden ha sido muchísimo peor. Pero Trump no fue un abanderado del equilibrio presupuestario, y parece que esta nueva presidencia, a falta de lo que pueda conseguir Elon Musk y otras cabezas pensantes dentro del equipo económico de Donald Trump, podría ir encaminada por un rumbo similar.
Aquí encaja la tercera pata de la política económica de Donald Trump: mantener los tipos de interés bajos, aunque esta no es una competencia que posea el Gobierno Federal de los Estados Unidos, porque existe una entidad estatal independiente que es la que controla la política monetaria, sino la Reserva Federal. Donald Trump siempre ha abogado por una Reserva Federal que mantenga los tipos de interés al mínimo posible, incluso al 0%. Si Trump pretende emitir mucha deuda, bajar impuestos y no recortar suficientemente el gasto, entonces la forma de mantener financieramente bajo control esa deuda es con tipos de interés bajos. Esto, además, conecta con otra parte del discurso de Donald Trump o del vicepresidente de Donald Trump, J. Bans, que quieren un dólar no tan fuerte como el actual. Quieren un dólar que se deprecie relativamente frente al resto de las monedas para volver más competitiva la economía estadounidense. Mantener los tipos de interés más bajos que tus economías rivales provocará una depreciación del dólar.
Aunque también hay que decir que la política arancelaria de Donald Trump va justamente en contra de este objetivo, porque aranceles más elevados reducen la oferta exterior de dólares. Los extranjeros no pueden conseguir dólares vendiendo y exportando mercancías a los Estados Unidos, y por tanto, por esta vía, el dólar tendería a apreciarse. Pero, en cualquier caso, lo que sí está claro es que Donald Trump quiere tipos de interés internos bajos y, para ello, presionarán en el que toca renovar al presidente de la Fed, nombrará a un presidente de la Fed que esté alineado con estos planteamientos de mantener los tipos de interés bajos, llueva o truene.
Durante su primer mandato, Donald Trump ya se caracterizó por tener un ímpetu desregulador. Sin embargo, fue un ejercicio de desregulación más bien genérico, no enfocado hacia industrias concretas que verdaderamente están machacadas por sobrerregulaciones que no fueron eliminadas. En este segundo mandato, y asesorado por J. Bans y por Elon Musk, parece que Donald Trump sí está bastante decidido a desregular de manera muy contundente industrias que tienen mucho potencial de futuro dentro de los Estados Unidos, industrias como la inteligencia artificial, industrias como los criptoactivos, llamémoslo de esa manera, o industrias como la carrera aeroespacial. Si Donald Trump entra a cuchillo en contra de las muchísimas regulaciones que asfixian la economía estadounidense, todavía más y todavía peor en el caso de Europa, por supuesto, pero Estados Unidos no es una excepción, entonces la economía estadounidense podría experimentar un boom de productividad, aunque, como digo, la productividad está estancada en Europa y no lo está en Estados Unidos.
En Estados Unidos ha continuado creciendo. Aún así, la productividad en los Estados Unidos durante los últimos 40 o 50 años ha crecido muy por debajo de su tendencia previa. Y eso es algo que los Estados Unidos, si quieren conservar su estatus de primera potencia económica mundial, van a tener que revertir. Y esa reversión, que busca acelerar el crecimiento de la productividad dentro de los Estados Unidos, es algo que pasa sí o sí por una intensa agenda desreguladora, como la que parece que tiene Donald Trump. La intensidad del discurso desregulador de Donald Trump hace muchos años, muchas décadas, que no la habíamos escuchado por boca de ningún candidato a la presidencia de los Estados Unidos. Casi solo tiene parangón en el caso de Javier Milei en Argentina. De ahí que resultaría fundamental, primero, que Donald Trump cumpliera con su palabra y desregulase de manera muy enérgica la economía estadounidense, y, en segundo lugar, también sería muy importante que esa desregulación tuviera un éxito claro y rotundo a corto y medio plazo para que otros países del mundo, influenciados por lo que se está haciendo en los Estados Unidos copien y emulen ese modelo o algunas partes de ese modelo.
Así pues, desde un punto de vista estrictamente económico, esta segunda presidencia de Donald Trump presenta luces y también sombras. Esperemos que las luces sean mucho más fulgentes que las sombras.
Fuente Imagen: FB Donald Trump