Petro: Grandes ideas, pobre ejecución
Gustavo Francisco Petro Urrego finalizó el año 2021 ocupando el primer lugar en las encuestas a la presidencia de Colombia del próximo año. Pese a que habrá consultas interpartidistas para elegir el candidato único del Pacto Histórico, coalición de izquierda, el ex alcalde de Bogotá aparece como el preferido por los colombianos en la medición realizada por la firma Invamer (del 26 de noviembre al 1 de diciembre), para Noticias Caracol y Blu Radio.
Lidera la intención de voto con un porcentaje del 48,4% en la primera vuelta y con el 68,3% en la segunda. El político gana ante todos los posibles candidatos que se podrían enfrentar contra él.
En el sondeo desarrollado por la misma encuestadora en abril de 2021 aparecía favorito con el 38,3%, en segundo lugar, el ex alcalde de Medellín Sergio Fajardo con 15,9%.
Lo anterior habla del amplio margen que tenía Petro desde principio de año y el cual se mantuvo a lo largo del tiempo. Aunque es muy temprano para sacar conclusiones apresuradas llama la atención el repunte del precandidato, pese a que los analistas han dicho que habitualmente el candidato que un año antes de la elección aparece de primero difícilmente llega a ser el ganador el día de los comicios.
¿Cómo le fue gobernando a Petro?
Con respecto al candidato del “Pacto Histórico” se ha destacado desde tiempo atrás por tener un discurso sólido, por ser argumentativo y tener siempre respuestas hábiles y apropiadas ante los medios y sus opositores. Ha sido sobresaliente por ser conocedor de las problemáticas del país y realizar diagnósticos profundos y hasta acertados. Se destacó por ser buen parlamentario de reconocidos de debates como ponente acerca del paramilitarismo, entre otros, con los cuales fue elegido como el mejor legislador en 2006.
Pero también hay que recordar que en su administración como alcalde de Bogotá tuvo la oportunidad de demostrar su capacidad para ejecutar esas grandes ideas y propuestas renovadoras que tanto atraen a sus seguidores.
En su tiempo al frente de la alcaldía de Bogotá fue catalogado como un mal gerente por haberse propuesto ambiciosas metas que luego no pudo cumplir, tratando siempre de justificar su inoperancia. Muchos de sus colaboradores renunciaban a sus cargos de forma frecuente argumentando la arrogancia y la soberbia del político, por su incapacidad para negociar y escuchar a sus asesores.
En su afán por demostrar resultados y no darles la razón a sus detractores tomó decisiones que perjudicaron a la ciudad, como el cambio del modelo de recolección de basuras que generó una grave crisis sanitaria, por falta de tener una empresa que reemplazara a los operadores privados que manejaban este sistema.
Del mismo modo, disminuyo el valor de los pasajes de Transmilenio, el transporte masivo de la ciudad, sin medir el desajuste económico que ocasionaría a futuro en las finanzas de Bogotá, pues la Secretaría de Hacienda tuvo que girarle dinero de los impuestos de la ciudad para tapar eso hueco.
La movilidad fue otro de los dolores de cabeza que dejó la administración de la “Colombia Humana”, encabezada por Petro, la cual colapsó entre otros motivos porque el exalcalde se declaró enemigo del carro privado, permitiendo el deterioro de la red existente, pues fue incapaz de contratar la reparación de los cráteres que abundan en las rutas principales de la capital colombiana. Buscó hacer frente a esta problemática con una máquina “Tapa-huecos” que resultó ser un fiasco.
Por estos errores de gestión ha tenido que responder ante la justicia por muchas de las decisiones inadecuadas y mal planeadas de su alcaldía, aunque él ha argumentado que estas causas judiciales se deben a una “persecución” por parte de los organismos de control, utilizando el eterno recurso de la victimización. Para algunos analistas sus ambiciones son totalmente inversas a sus capacidades para gobernar.
¿Por qué aparece como primera opción a pesar de su mala gestión?
En parte la respuesta a esta pregunta se puede encontrar en la pésima percepción de la ciudadanía con la actual gestión de Iván Duque, quien llegó al poder en 2018 gracias al apoyo del exmandatario Alvaro Uribe Velez. El actual inquilino de la Casa de Nariño ha sido calificado con un escaso nivel de aprobación en la última encuesta realizada por Invamer, tan solo el 24% de los ciudadanos aprueba la labor del jefe de Estado. El Gobierno ha sido criticado por el manejo que le ha dado a problemas coyunturales de la realidad nacional.
En primer lugar, ha sido señalado por la lentitud en el proceso de vacunación contra el Covid-19, la cual demoró la reactivación económica. Segundo, la primera Reforma Tributaria presentado por el exministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, la cual resulto impopular y fue el motivo de muchas y violentas protestas el pasado mes de mayo, fue percibida como un cachetazo para la empobrecida población. En plena pandemia gravar con mayores impuestos la canasta básica familiar fue, cuanto menos, una medida insensible e inoportuna. La Reforma finalmente tuvo que ser retirada por el Gobierno ante la presión de los manifestantes y la inconformidad de la ciudadanía.
Estos errores políticos han sido un caldo de cultivo para que los colombianos estén buscando un cambio, sentimiento que ha sabido aprovechar el candidato de izquierda Gustavo Petro. A esto se suma la percepción general de que la derecha ya ha gobernado muchos años, pero no se han visto los resultados esperados por la ciudadanía.
Ha habido un desajuste institucional y esto ha contribuido al desprestigio de la administración de Duque. Quien, entre otras cosas, se ha considerado que es la imagen visible de Álvaro Uribe, quien sería el que toma muchas de las decisiones en el país cafetero.
La figura del “mesías”
La situación actual de Colombia favorece a Petro. Los efectos catastróficos para la economía que ha tenido la pandemia de Covid-19, el sentimiento de hartazgo de la población ante la clase política dirigente y los errores del Gobierno actual consolidarían la inconformidad de los ciudadanos para ver en la izquierda la única salida a la crisis que enfrenta la nación suramericana.
En América Latina hay una tendencia a creer en que se necesita de un personaje que venga a resolver todos los problemas. Se busca incesantemente un “mesías”, de derecha o de izquierda, que traiga la salvación. Colombia no ha sido la excepción a esta tendencia.
Como en el caso de Perú, donde los peruanos votaron cansados de la corrupción de la clase política tradicional y escogieron a un representante de la izquierda radical, Pedro Castillo, esperando que hiciera cambios sustanciales que sacaran al país de la grave situación política en la que se encuentra. En México, también llevados por el hartazgo, eligieron a Andrés Manuel López Obrador, representando la esperanza de una transformación fundamental para los mexicanos.
El caso de Gustavo Petro es similar a estos dos. De hecho el candidato le gusta lucir como el único camino y la salida a todos los problemas del país. Lamentablemente estos delirios mesiánicos vienen acompañados de autoritarismo. Se considera a sí mismo una especie de redentor para todos los problemas.
El exguerrillero tiene un temperamento autoritario y así lo confirma su dificultad para mantener su equipo de trabajo, incluso para mantener viejos amigos. Es de común conocimiento, personas que trabajaron en su administración han manifestado su descontento por la “terquedad” de Petro. Al parecer, el ex mandatario con tal de lograr sus cometidos, pasaba por encima de cualquier autoridad.
¿Un cambio real?
Petro podría configurar una opción para quienes quieren un cambio de dirección en Colombia. El país ha sido manejado casi por los mismos durante mucho tiempo y esto refuerza la tesis de que es necesario probar con otra tendencia, ya que esto podría llevar a un nuevo curso los acontecimientos.
En las pasadas elecciones Duque le ganó a Petro, pero el país ha cambiado. No hay un liderazgo visible ni representativo de la derecha que pudiera hacerle contrapeso, al menos por ahora. En la izquierda no hay tampoco quien tenga un posicionamiento entre los electores, para muchos al político le beneficia haberse mantenido siempre en campaña y haciendo resistencia al actual Gobierno.
Por otro lado, en lo que respecta a los políticos con tendencia al centro se les ha visto sin estrategia y con discursos débiles que aún no convencen a los electores, por lo tanto, el comportamiento de los sondeos de opinión podría explicarse de este modo.
El panorama para el 2022
El precandidato del “Pacto Histórico” ha pedido a sus simpatizantes que voten por las listas cerradas. Petro ha indicado a sus simpatizantes: “Recuerden que si no cambiamos el Congreso no se podrán aprobar las reformas a las leyes que permitan garantizar de forma real las trasformaciones sociales y económicas que el país requiere”.
Para lograr el cumplimiento de los planes de su posible gobierno necesita obligatoriamente tener mayorías en Senado y Cámara. En este sentido, se deberá enfrentar a la maquinaria que tienen candidatos que tiene todo el poder económico y político para ser elegidos.
Si Petro no logra esas mayorías enfrentaría un problema de gobernabilidad ante el cual sus reformas encontrarían un bloqueo importante por parte de los partidos de la derecha o de las coaliciones que no las apoyen.
Al respecto de lo que podría ocurrir en las elecciones del año 2022, no se puede descartar la influencia que podrían tener posibles problemas de orden público o nuevas marchas. Esto tendería a exacerbar el inconformismo y la sensación de caos ocasionada por el Gobierno actual, lo cual favorecería al precandidato de izquierda.
El camino es aún largo para que se mueva el ajedrez político y cada candidato debe empezar a pensar en su estrategia para contrarrestar la campaña de Gustavo Petro.