Fuga de cerebros: Migración de profesionales a Estados Unidos y Europa
La capacidad para atraer talento por parte de los países latinoamericanos sigue siendo una asignatura pendiente, más cuando estamos inmersos en una realidad en donde factores tales como la educación, la calidad de vida, la tecnología, los impuestos, el estado de derecho, entre otros, se erigen como muros infranqueables que cada día más alejan a miles de hispanos no sólo del ascensor del progreso, sino que los obliga a migrar lejos de sus países de origen, no por voluntad, sino por obligación, problemática que sin duda se ha agudizado por la pandemia.
En los hechos, este fenómeno se ha traducido en una fuga de cerebros que no se queda en la retórica, sino por lo contrario, cuando se revisa las cifras que arroja el World Talent Ranking, lamentablemente los países de la región latinoamericana ocupan los últimos lugares en competitividad laboral y con mayor riesgo de no poder retener a sus talentos.
Las cifras son escalofriantes porque los países de la región, en comparación con el año pasado, han tenido un nuevo descenso, por lo que se refiere al indicador de competitividad laboral mencionado, en donde Venezuela ocupa el último lugar de las 64 economías sujetas a medición, Perú se encuentra en la antepenúltima posición, Chile en el lugar 48, seguido por Colombia y México, en los puestos 54 y 59, respectivamente, lo cual contrasta con las 10 primeras posiciones en donde las economías europeas comandan el tablero, destacando países como Suiza, Suecia, Luxemburgo y Noruega, mientras que entre las economías no europeas se encuentra Hong Kong en el lugar 11 y Estados Unidos en el lugar 14.
Así el factor de competitividad laboral no es la única razón por la que se decide migrar en búsqueda de mejores oportunidades, sino también el salario mínimo que se percibe en los países de la región, ya que si tomamos en cuenta los $227.54 dólares mensuales de la remuneración mínima vital en Perú o, los $242.02 dólares mensuales a los que equivale el salario mínimo en Colombia, por sólo tomar algunos ejemplos, marca una distancia sideral con los $1,257 dólares mensuales a los que equivale el salario mínimo en Estados Unidos y, ni que decir de los países europeos.
"De ahí que las conclusiones que podemos sacar en el corto, mediano y largo plazo para América Latina, será conformarse con ser meros espectadores de como la falta de oportunidades propician un escenario donde la generación de ideas y la innovación se nos escapa como arena entre los dedos".
Jorge Aljovín
En este contexto no es una sorpresa que las miradas latinoamericanas y de países de otras latitudes se fijen en Estados Unidos y Europa como países atractivos para migrar y, en especial cuando se trata de profesionistas talentosos, ya que lejos de la creencia de la poca preparación de los extranjeros, las cifras han sufrido un cambio radical, en el caso de la migración a los Estados Unidos en el 2000, el 29,1% de los migrantes no se había graduado, en la actualidad esa cifra se ha reducido y equivale a un 19,8%.
Así se rompe con el mito sobre la poca preparación de la población migrante y, al mismo tiempo tomando en cuenta lo que CEPAL ha denominado la “universalización de las aspiraciones”, nos encontramos que la movilidad migratoria continuará en aumento, esto cuando los males endémicos como la desigualdad económica, la falta de oportunidades, la paupérrima calidad de vida, la inseguridad, entre otras variables siguen siendo las constantes en el concierto latinoamericano.
Con estas cartas sobre la mesa, nos encontramos con una nueva generación de profesionales con estudios de nivel superior, comandada por México y Colombia que, de acuerdo con cifras de la OCDE, por sólo tomar un ejemplo, se tiene un registro de que 8 de cada 10 posgraduados mexicanos emigran a Estados Unidos, cuya fuga es inminente y seguirá de manera creciente por el propio fenómeno de movilidad internacional, respaldada por un mayor desarrollo en el ámbito profesional, aunque sea fuera de casa.
De ahí que las conclusiones que podemos sacar en el corto, mediano y largo plazo para América Latina, será conformarse con ser meros espectadores de como la falta de oportunidades propician un escenario donde la generación de ideas y la innovación se nos escapa como arena entre los dedos y, simplemente nos conformaremos con la consecuente política de las migajas, en donde el mejor consuelo no será otro que señalar que una fuga de cerebros tarde o temprano puede ser vista como una fuente de remesas, inversión, intercambios y experiencia adquirida, pero eso sí con el inconveniente de que su beneficio directo no será para sus países de origen, sino para terceros, por lo que hoy más que nunca podemos afirmar “nadie sabe para quien trabaja”.