
Villanueva: La joya de Guanentá
En el parque principal de Villanueva, Santander, los motocarros de colores vibrantes (mototaxis) se alinean esperando pasajeros bajo la sombra de frondales árboles. Al fondo se asoma la iglesia San Luis con su sencilla torre de reloj, testigo silencioso del día a día en este tranquilo pueblo. La escena resume el encanto de Villanueva: un lugar detenido en el tiempo, donde la vida transcurre sin prisas y donde los visitantes pueden sumergirse en la autenticidad de la provincia de Guanentá. Este municipio, fundado a mediados del siglo XX, ha permanecido en relativo anonimato mientras sus vecinos (San Gil, la capital turística de Santander, y Barichara, el famoso pueblo colonial) se llevaban los reflectores. Sin embargo, Villanueva empieza a brillar con luz propia como un destino emergente lleno de riquezas naturales, culturales y gastronómicas.
Un encanto oculto entre montañas
Ubicada sobre la cordillera Oriental y a solo 30 minutos de San Gil por carretera pavimentada, Villanueva goza de un clima templado (~1.600 m.s.n.m.) ideal para recorrer sus alrededores. Sus miradores naturales ofrecen vistas panorámicas de las montañas santandereanas e incluso del majestuoso cañón del Chicamocha en la lejanía. Desde puntos altos como el Alto de Marta o el veredal Limoncito, se contemplan los cultivos ondulantes del municipio, el casco urbano enclavado entre verdes colinas y las imponentes paredes del cañón. Un espectáculo que deja sin aliento al viajero. La serenidad del paisaje, interrumpida solo por el canto de aves y el susurro del viento, invita a desconectarse del bullicio citadino.
Pero Villanueva no solo deleita por sus paisajes: la calidez de su gente y su historia particular le añaden un encanto especial. Se dice que es “el pueblo más joven de Santander”, pues logró su categoría de municipio en 1967 tras haberse desprendido de Barichara. A diferencia de esta última, famosa por su arquitectura colonial, Villanueva muestra una estampa más sencilla y genuina, fruto del esfuerzo de sus habitantes campesinos y artesanos. Por generaciones, la comunidad ha vivido del cultivo de tabaco y de la labranza de la piedra, materias con las que han creado verdaderas obras de arte con sus manos. Estas tradiciones se reflejan en la identidad local: aún es posible encontrar campesinos curando hoja de tabaco de forma artesanal o canteros tallando piedra para construir muros y detalles arquitectónicos. La cultura del trabajo honesto y la herencia artesanal hacen de este pueblo un lugar auténtico, donde cada conversación con un local puede revelar anécdotas de antaño y el orgullo por un terruño forjado a pulso.
Naturaleza y aventura para todos los gustos
El entorno natural de Villanueva es pródigo en escenarios para la aventura y el descanso en medio de la naturaleza. Uno de sus mayores atractivos son los miradores desperdigados en las veredas circundantes, desde donde se admiran valles y montañas a plenitud. En el mirador del Limoncito, por ejemplo, los más intrépidos pueden lanzarse en parapente y sobrevolar las laderas, sintiendo la brisa cálida mientras disfrutan de vistas de águila sobre el cañón y los cultivos del lugar. Para quienes prefieren tierra firme, existen senderos ecológicos que conectan Villanueva con poblaciones vecinas: antiguas rutas empedradas permiten caminar hasta Barichara (8 km) o incluso descender al remoto pueblo de Jordán en el fondo del cañón. Estas caminatas, además de ejercicio, brindan la posibilidad de avistar aves multicolores y descubrir rincones escondidos entre la vegetación exuberante.
El agua también es protagonista en este destino. A una hora del casco urbano, por trocha destapada, se encuentra Las Juntas, un paraje donde los ríos Suárez y Chicamocha se unen para dar origen al río Sogamoso. Este espectáculo natural impresiona por la fuerza con que ambas corrientes convergen entre peñascos; allí mismo se puede observar el día a día de la región, desde pescadores artesanales hasta uno de los criaderos de cabras más grandes del municipio en las cercanías. Muy cerca, un tradicional ferri cruza las aguas, recordándonos que en Santander la vida rural sigue su curso tradicional. Otro sitio imperdible es la Cueva del Nitro, ubicada en la vereda Agua Fría. Esta caverna, rodeada de misterios, ofrece a los aventureros pasadizos húmedos, salones silenciosos llenos de estalactitas y pequeños arroyos subterráneos. Una leyenda local cuenta que sus profundidades conectan con una cueva en el municipio de Zapatoca (a decenas de kilómetros) aunque nadie ha comprobado jamás tal hazaña. Mito o realidad, adentrarse con linternas en la oscuridad de la Cueva del Nitro es una experiencia emocionante que conecta al visitante con el lado místico de estas tierras.
Para refrescarse después de una caminata, Villanueva también ofrece pozos naturales de aguas cristalinas, como el Pozo Azul y el Pozo de los Micos, escondidos entre la vegetación. Sumergir los pies (o darse un chapuzón entero) en estas pozas es una gratificación sencilla y perfecta tras un día bajo el sol santandereano. Ya sea buscando aventura extrema o tranquilidad en la naturaleza, este rincón de Guanentá tiene un plan para cada tipo de viajero.


Sabores santandereanos y tradición cultural
Ninguna visita estaría completa sin degustar la riqueza gastronómica de Villanueva, reflejo de la tradición santandereana. La oferta culinaria del pueblo deleita el paladar con platos fuertes, sabrosos y llenos de historia. En las fondas locales se sirve el clásico mute santandereano, una sopa espesa de maíz, carne y vegetales que reconforta después de la jornada. También es infaltable el cabrito al horno y su inseparable compañero, la pepitoria, un platillo de arroz preparado con las vísceras y sangre del chivo que, aunque suene exótico, conquista a quien lo prueba por su sazón único. Para acompañar, nada mejor que una arepa de maíz pelado recién asada, dorada y crujiente, o unas porciones de yuca frita y carne oreada (carne seca salada) servidas con ají pique. Los más aventureros en materia de comida pueden atreverse con las famosas hormigas culonas, tostadas y crujientes, un ancestral manjar indígena al que se le atribuyen propiedades afrodisíacas desde los tiempos de los Guanes. Estas hormigas gigantes, únicas de Santander, se consiguen en temporada y son el souvenir comestible por excelencia –nada dice “estuve en Santander” como llevar un paquetico de hormigas para compartir.
Los sabores dulces también tienen su espacio: en las tiendas del pueblo se encuentran bocadillos veleños (dulce de guayaba) envueltos en hoja de bijao, dulces caseros de frutas locales como la cidra y el limón, y quizás algún postre de leche con nombres tan particulares como arequipe de piña o bolitas de manjar blanco. Para bajar la comida, existen bebidas típicas que contar. La chicha de maíz, fermentada de forma artesanal, es parte del legado cultural –aquí todavía hay quien la prepara en tinajas de barro siguiendo recetas de sus abuelos. Y como muestra de la creatividad local, algunos cafés ofrecen curiosidades como la limonada de aguacate, una bebida fría y cremosa que mezcla aguacate con jugo de limón, perfecta para aplacar el calor del mediodía. En cada bocado y sorbo, Villanueva comparte con el viajero un pedacito de su alma campesina y auténtica.
La vida cultural del pueblo transcurre mayormente en torno a su parque central y la parroquia San Luis. Durante las fiestas patronales –que honran al santo patrono cada año– las calles se animan con verbenas, música carranguera y olor a fritanga en el aire. Artesanos exhiben sus productos: talla en piedra, alfarería, trabajos en fique y por supuesto los tradicionales tabacos. Visitar Villanueva en época festiva es encontrarse con la alegría colectiva de una comunidad unida, orgullosa de sus raíces. Pero incluso en días comunes, el viajero puede apreciar la cultura viva: basta sentarse en la plaza a la sombra de un árbol de ceiba y observar. Quizás verá pasar a las campesinas de las veredas ofreciendo chicotes de fique tejidos a mano, o a los niños saliendo de la escuela con su uniforme, saludando respetuosamente a los mayores. Son escenas sencillas que conmueven por su autenticidad, difíciles de encontrar en destinos turísticos masificados.


Más cerca que nunca: la nueva ruta aérea de Satena
Por años, para llegar a esta zona de Santander desde ciudades distantes había que hacer largas travesías por tierra. Hoy, sin embargo, volar a Guanentá es una realidad gracias a Satena, la aerolínea regional del Estado que inaugura en 2025 una ruta aérea directa entre Medellín y San Gil. Esta conexión, operada con aviones tipo Twin Otter de 19 pasajeros, parte del Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín y aterrizará en el renovado aeródromo Los Pozos de San Gil (ubicado a escasos 20 kilómetros de Villanueva) en aproximadamente una hora de vuelo. Con dos frecuencias semanales inicialmente (los lunes y viernes, según la planificación), la ruta ha eliminado de un plumazo la necesidad de recorrer 8 horas por carretera o de tomar vuelos con escalas. Ahora, un viajero antioqueño puede desayunar en Medellín y antes del almuerzo estar respirando el aire fresco de las montañas guanentinas.
Los beneficios de esta nueva conexión aérea se sienten tanto en la comodidad de los pasajeros como en la dinámica económica local. Para los turistas de Antioquia y del interior del país, la provincia de Guanentá (y por ende Villanueva) está más cerca que nunca, facilitando escapadas de fin de semana o puentes festivos sin invertir tanto tiempo en el trayecto. Por otro lado, los emprendedores turísticos de la región verán una oportunidad de oro: al facilitar la llegada de visitantes, el vuelo Medellín–San Gil actúa como palanca para el turismo regional. De hecho, autoridades y gremios locales promocionan activamente esta ruta, buscando garantizar su sostenibilidad con alta ocupación y servicio de calidad, con miras a futuras ampliaciones. Ya se habla de la posible apertura de un vuelo directo desde Bogotá en el corto plazo, lo que consolidaría aún más a Guanentá en el mapa turístico nacional. La conectividad aérea, sumada a la belleza natural y cultural de la zona, crea una fórmula prometedora: ahora es viable planear viajes cortos pero sustanciosos a lugares que antes parecían remotos.
Un destino por descubrir
Villanueva, la nueva joya de Guanentá, está lista para ser descubierta. En un país donde muchos destinos turísticos comienzan a lucir saturados o predecibles, este rincón santandereano ofrece algo fresco y genuino. Aquí no encontrará grandes multitudes ni comercio agobiante, sino caminos veredales, sonrisas sinceras y sorpresas a cada paso. Es la alternativa perfecta para el viajero curioso que ya conoce los clásicos (Barichara, Villa de Leyva, Cartagena) y busca un nuevo tesoro escondido que explorar. La combinación de aventura, naturaleza y cultura que Villanueva brinda, sumada a la facilidad de la nueva conexión aérea, resulta especialmente atractiva para públicos de Medellín y Bucaramanga, quienes ahora tienen esta maravilla a la vuelta de la esquina.
No lo piense dos veces: arme maletas y prepárese para una experiencia distinta. Ya sea que tome un vuelo desde Medellín directo al corazón de Santander, o que salga por carretera desde Bucaramanga en un recorrido de apenas un par de horas, al llegar a Villanueva sentirá que arriba a un lugar que permaneció guardado para usted. Las montañas verdes lo recibirán con los brazos abiertos, el olor a café recién colado lo despertará cada mañana, y las estrellas (que aquí brillan sin competencia de luces urbanas) coronarán sus noches. La nueva joya de Guanentá lo espera con su encanto discreto, lista para regalarle postales imborrables y recordarle por qué a veces los destinos menos conocidos resultan ser los más extraordinarios. ¡Bienvenido a Villanueva, Santander, un secreto bien guardado que empieza a ver la luz!
Fotografía por Henry Sánchez. Todos los derechos reservados al autor.